Dos referencias que me hacen pensar este fin de semana sobre si no deberíamos tomarnos con más calma el proceso de innovación de las empresas y territorios. La primera de Julen Iturbe en este post y la segunda de Derek Cheshire en su Slow Innovation Manifesto.
Es común encontrar esta coletilla en muchas conferencias de politicos y algún que otro gurú: "En un entorno globalizado sometido a un proceso acelerado de cambio es necesario desarrollar una elevada capacidad de innovación que nos permita crear nuevos productos y procesos para ser más competitivos..."
Así nos damos cuenta de que las empresas y organizaciones en general se ven forzadas agenerar nuevos productos, la mayor parte de las veces de manera incremental, o a introducir nuevas versiones que justifiquen un incremento de precio, aunque no de prestaciones que correspondan a una necesidad. En lugar de centrarse en el servicio al cliente, en la reparación (no sólo el recliclaje), en las personas y sus necesidades, se centran en sacar nuevos productos con escaso valor añadido respecto del anterior.
Para que esta estrategia funcione es necesario que por otro lado desaparezca la competencia de REPARAR objetos plenamente funcionales y sus empresas asociadas (en general, micropime). Todos sabemos ya que los productos no nos duran y no los podemos reparar, entrando en un peligroso círculo de la cultura del usar y tirar. Dos ejemplos. El primero, se me estropeó la válvula de seguridad de la tapa de la olla a presión. Sabéis lo que está costando encontrar a alguien que la pueda reparar?
El segundo ejemplo, el móvil BIC (gracias Mireia dM). Cómo alguien puede vender un producto con este eslógan, cómo puede pretender sobrevivir una empresa que se define (o la definen) como la empresa que vende productos de usar y tirar? La estrategia no resiste el más mínimo análisis de producto en términos de sostenibilidad, como tampoco lo fueron los bolis BIC. Eran otros tiempos, pero seguir con el mismo modelo,...no lo entiendo. Qué sensación de temporalidad debe tener el personal qeu trabaja en una empresa así (por ciero, inmersos en un ERE los de Tarragona)? Si los productos son de usar y tirar, por qué no también las personas que los fabrican o distribuyen?
Por cierto, he caído en la lectura de EL ARTESANO de Senett. Ya me había leído LA CORROSIÓN DEL CARÁCTER y ahora le ha tocado el turno al nuevo libro, esperando que aparezcan los dos que completan la trilogía, si no lo han hecho ya.
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